Una de piratas ... y contrabandistas.
ANDRÉS CABRERA LÓPEZ (1998): Una de piratas ... y contrabandistas.
Rev. Paraíso Natural. Nº 3. Págs. 11-13. Almería.
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Septiembre
de 1556. Amanece en el Cabo. En las tranquilas aguas de la
cala del Pozo Chavalí se recorta la figura de una galeota
anclada. Con las últimas luces del atardecer, y aprovechando la
sobrecogedora cortina de nubes y lluvia de la tarde anterior,
ancla sin ser vista desde los torreones próximos. La misma
tormenta que estuvo a punto de hundirla le permitió recalar sin
ser divisada. Es la hora de aguar en el Pozo y recorrer algunas
leguas para recoger comida, leña y esclavos que vender en Argel.
Según
Andújar Castillo y otros (1.994), citando a Fernando Braudel,
"la piratería en el Mediterráneo es una industria tan vieja
como la historia" Tal afirmación adquiere pleno sentido en
el siglo XVI para las costas de la Península Ibérica. En
efecto, con la conquista castellana del Reino Nazan de Granada, último
bastión del poder musulmán en España, desaparecía la
última frontera terrestre entre las dos culturas, entre las dos
religiones, cristiana e islámica.(...) La costa mediterránea
pasa a ser un extenso espacio limítrofe con el Norte de África
desde donde turcos y berberiscos toman el relevo a sus hermanos de
sangre en el histórico enfrentamiento -aunque ahora por móviles
distintos entre la comunidad islámica y la cristiana. El
corso, como expresión de una forma legalizada de guerra,
traslada hasta el Mediterráneo, la lucha que se había mantenido
durante siglos tierra adentro.
En
Almería, el corso, berberisco y turco, castiga sus costas
durante el siglo XVI con una alta efectividad merced a un
profundo conocimiento del terreno facilitado por aquellos
moriscos que lograban emigrar hacia el Norte de África y, mas
tarde, por los moriscos expulsados tras la rebelión. A lo largo
del siglo se registran numerosos ataques corsarios. Muchos
quedaron en meras tentativas. Otros sin embargo alcanzaron el
éxito y, en consecuencia, terminaron con el cautiverio para los
cristianos capturados.
Entre
los saqueos mas importantes son reseñables los de Lucainena en
abril de 1555 y en septiembre de 1566, de Níjar en abril de
1562, de Tabernas en septiembre de 1566, y de Cuevas del
Almanzora en noviembre de 1573. El episodio subsiguiente solía
ser la venta del botín humano logrado en los puertos
norteafricanos. Hasta allí acudían frailes, casi siempre
trinitarios o mercedarios, encargados de negociar y pagar los
rescates" (1).
No
obstante el pirateo en la costa almeriense es más antiguo y no
sólo fue sufrido por los nativos sino también practicado
por ellos en siglos anteriores. "La Federación Marítima de
Pechina fue el embrión de lo que luego sena uno de los reinos
de taifas, de carácter marcadamente esclavista, más prósperos
de los ss XI-XII. Su prosperidad se debía básicamente a las
actividades de sus marinos, que hostigaban continuamente el tráfico
comercial marítimo en el mar de Alborán, lo que sin duda
contribuyó a que en 1147, los más importantes reinos cristianos
de la época acometan la empresa de cortar las actividades corsarias
de los "almerienses". Castellanos, catalanes, la flota del
Vaticano y los genoveses participan en el ataque conjunto, que
supuso la ocupación cristiana durante diez años y marca el
principio de la decadencia de la región. El hecho de que los
genoveses atracarán en la ensenada que hoy lleva su nombre, en
las inmediaciones de San José, nos habla de hasta qué punto
estaban poco organizadas las defensas o el sistema de aviso del
litoral, que habría de desarrollarse más tarde, con el reino
Nazarí".
Las
difíciles relaciones de "este reino (el Nazarí) con
el norte de África (inicios del s. XIII) favorece que se establezca
un sistema de avisos mediante torres vigías en la costa, que va
a ser una constante de la zona hasta bien entrado el s. XVIII. De
esta época serían las primeras torres de planta cuadrangular
en el cerro de Los Lobos (Rodalquilar), Vela Blanca, y la Testa.
También habría que datar de la época las poblaciones
fortificadas de Guebro (Huebro), Ainos (Inox) y Tarbal". (2)
Como
ya hemos adelantado anteriormente, un hecho muy relacionado
con el auge del pirateo en las costas almerienses, es el de la
emigración/expulsión de moriscos hacia África. Esto provoca el
resentimiento por tener que abandonar voluntariamente o a la
fuerza las tierras, las posesiones que ellos, sus padres, sus
abuelos habían cultivado, mimado, atesorado. Unos dan pistas a
los piratas de por donde saquear, otros vuelven con ellos.
"Con
la saca de los moriscos en el 1570 la tierra no quedó
totalmente despoblada. Los cristianos viejos, que sobrevivieron
a la guerra, se concentraron en las ciudades de la costa Adra,
Almería y Vera y en las principales poblaciones de los
señoríos más importantes: los de los marqueses de los Vélez y
Villena.
Primero
se fueron poblando las tierras más fértiles y alejadas de
la costa, después las más pobres y peligrosas por quedar a
merced de los moriscos embreñados y piratas berberiscos. La etapa
que va de 1571 a 1620 fue la más penosa. Cuadrillas de moriscos
hambrientos recorrían la tierra asaltando y asesinando. Les
ayudaban los huidos al enfrente africano, que volvían a
amedrentar a los nuevos pobladores y alejarlos de las tierras,
que fueron suyas". (...)
"Durante
más de un siglo se vivió peligrosamente en las tierras
almerienses próximas a la costa del cabo de Gata, de las
sierras de Cabrera y Almagrera, cuyas calas, de difícil
vigilancia, servían de descanso, aguada y penetración a los
piratas argelinos y berberiscos. La victoria de Lepanto no los
alejó de nuestras costas ni siquiera temporalmente. Algunas
subcomarcas -Sierra de Filabres y Almanzora Medio- fue
imposible repoblarlas durante cinco o seis años, 1573-1578, por
haber sufrido el azote de los piratas. Repobladores y pobladores
clamaban por unas tierras más seguras".
Buscando
esta seguridad se siguió fortificando la costa, siguiendo la
línea iniciada durante el reinado nazarita y después por los
Reyes Católicos.
"La
fortaleza de San Pedro de Las Negras se compuso al final del
siglo XVI o principios del XVII construyéndole a una vieja
torre Nazarí un reducto rectangular con una batería de
veintiséis metros. Berrio y Machuca proyectaron en el 1575 esta
construcción, para obstaculizar que los piratas berberiscos
hiciesen la aguada en el pozo del Chavalí. La guarnición se
componía de doce soldados, en el 1656 solo había siete. Tenía
dos piezas de bronce de una y dos libras de calibre, y ocho
mosquetes; se necesitaban balas para los cañones y los
mosquetes, pólvora y cuerda. Torre y reducto necesitaban
reparos (según el visitador de ese año). El 12 de enero de 1658
la derribó un terremoto".
Las
torres y fortalezas se demostraron claramente insuficientes
por lo que se recurrió a un sistema de vigilancia continua
mediante galeras que nos describe el padre Tapia citando al
archivo de Simancas:
"la
guarda de la costa quedaba incompleta y ésta muy vulnerable a
las embestidas de turcos y berberiscos, si el dispositivo de
alarma y defensa montado en tierra no se completaba sobre la
mar con la ronda de las galeras de primavera a invierno. Lo
advierte el visitador Ramiro Núñez de Guzmán en el 1526. Ya los
RRCC lo tuvieron presente. Además de las guarniciones y
guardas de la costa hacía falta que ocho galeras patrullasen
las costas y unas fustas armadas navegaran en conserva de las
galeras".(...) "Esta organización se consolidó a partir de
1522, que la amenaza de turcos, argelinos y berberiscos se hizo
agobiante. Este año, por convenio del rey con D. Bernardino de
Mendoza, esta armada se componía de una fragata y catorce galeras,
diez del rey y cuatro de D. Bernardino, que llevaba el quinto real
de las presas que hacía".
La
captura de piratas embarrancados o perdidos en la costa y
tierra adentro empezó a ser recompensada por los reyes. "En uno
de los expedientes que se conservan en el archivo de la
Alhambra se puede seguir la peripecia de una nave y la de cada
uno de los que venían en ella a robar".(...) El cuatro de
febrero de 1551 las galeras de D. Bernardino toparon en aguas
de Cartagena con unas galeotas turcas, entre las que iba una célebre
por sus golpes, llamada la Galeota Negra. Cuando las galeras
fueron a atacarlas, dejaron sola a esta última y huyeron. Las
galeras obligaron a embarrancar a la Negra, sus tripulantes
saltaron a tierra y cuatro fueron apresados por los guardas de
la Cala del Plomo. Otros consiguieron esconderse y pasar por
moriscos.
"En
enero de 1567 Don García de Villarroel envió a Granada
veintiocho piratas que apresó en los Cerros de los Frailes, de
una galeota que embarrancó en las inmediaciones de éstos".
Conforme
la presión se va haciendo insoportable para los moriscos,
suelen aprovechar la llegada de piratas a la costa para huir
con ellos a África.
"En
el 1559 se van tres moriscos de Huebro. Algunos de sus
convecinos declaran que los piratas se los llevaron a la
fuerza, otros dicen que fueron voluntariamente con ellos".
El
dieciséis de abril de 1562 unos piratas argelinos o
berberiscos entran hasta Níjar y se van con ellos veintiocho
familias de Níjar, veintisiete de Huebro y unos recién casados
de Turrillas. Se van algunas de las familias más acomodadas,
como la de García de Santamaría y la de los Mercadillos
(ALHAMBRA).
"Entre
1522 y 1556 se producen cincuenta y cuatro asaltos de los
piratas berberiscos y argelinos a las costas almerienses,
fracasaron en veinte de ellos y perdieron la vida en el lance,
triunfaron en treinta y cuatro y se fueron con el botín. El más
audaz de todos fue el robo de Tabernas en septiembre de 1556."
(Y el de Lucainena el siete de abril de 1555). "En septiembre
del año 1573, el antiguo monfí El Joraique, convertido ahora en
pirata, desembarcó en una cala próxima a Carboneras para
penetrar hasta Tahal, en el corazón de Filabres, donde logró
llevarse como cautivos a diez nuevos pobladores"
Pero
en tiempos más modernos también hay piratas de nuevo cuño
y la red de antiguos torreones y castillos se completa con
cuarteles de la Guardia Civil para las nuevas necesidades de
vigilancia costera. La costa como frontera, el contrabando de
tabaco (y últimamente de hachís magrebí) eran objetivo a cubrir
por estos nuevos cuarteles. (Los Escullos, Loma Pelada ...).
Carmen
de Burgos, en "El último contrabandista" retrata al cacique
rural y capo de contrabandistas, el mundo del contrabando que, a
principios de siglo, influenciaba vidas y haciendas en el
territorio que se encuentra entre el Cabo y Aguamarga.
"Habían
logrado ir como sombras por silos, minas y vericuetos, para
reunirse en los lugares donde no podían llegar los carabineros.
Los barcos contrabandistas alijaban al amparo de Peñas Roas o
de Punta Polacra, aquel peñón desprendido del cerro, que daba
la impresión a lo lejos de un barco de vela anclado junto a la
orilla y que al acercarse en la noche amedrentaba con su perfil
de estatua de cabeza gigantesca, envuelta en un capuchón, cuyo
semblante esbozaba una mirada burlona. Muchas veces se habían
tenido que dejar los fardos al aire libre en alguna cortadura
de las playas, defendidos con la misma audacia que los
abandonaban, mientras los carabineros pasaban al lado suyo buscando
en los sitios sospechosos.
Todas
las galerías y depósitos estaban ya llenos de género,
era una riqueza cuya pérdida causaría la ruina de muchos, y
todos estaban tácitamente resueltos a jugarse la vida antes de
dejarse arrebatar aquel género. El camino subterráneo que
atravesaba el cerro del Cinto, funcionaba todas las noches, pero era
insuficiente para descongestionar los silos, pues tenían que
pasar fardo a fardo, por las galerías estrechas y el género
empezaba a perjudicarse con la humedad.
Hasta la entraña del cerro de los Lobos la tenían llena de contrabando.
Hasta
aquella playa misteriosa, donde no podía llegar la escampavía
(barco ligero para perseguir el contrabando) y cuya entrada
ocultaba la marea alta, estaba repleta de contrabando. Aquella
superioridad que les daba su arrojo y el conocimiento del
terreno, les hacia reír y consolarse de las inquietudes que la
obstinación de los carabineros les causaban. Ya acabarían por
cansarse. Ellos estaban muy unidos, como un solo hombre dotado
de muchos cuerpos, y obraban al unísono con una disciplina
admirable.
Se
corrían las órdenes de unos a otros con sobriedad, como
si las llevara el viento y no había que temer una indiscreción,
que su código castigaba con pena de la vida, y contra su sentencia
no cabía indulto. Lo que había logrado aquel milagro de
disciplina era la influencia de Don Antonio, el señorito, el amo,
que era para ellos algo lleno de un prestigio superior, semidivino.
Ninguno de ellos, enriquecido por la suerte, hubiera tenido
aquel prestigio. Se sometían a él como a un señor natural, cuya
llaneza agradecían como una gracia".
Y
es que, en una sociedad, dependiente de una agricultura con
mínimos de agua y muy sometida a las inclemencias estacionales,
es necesario buscarse complementos a la subsistencia diaria.
"No
se podía descuidar el negocio del contrabando. Venían unos
sobre otros los años de sequía. Las sementeras eran pobres,
escasas; las hazas enteras se horriagaban y arrollaban, sin cuajar
una sola espiga.
Los
animales se morían de hambre en el campo estéril, y los
braceros no encontraban un esparto ni un cogollo digno de cogerse. El
hambre era general en toda la provincia. Las gentes emigraban o
salían por los montes en busca de raíces que poderse comer.
Hasta en algunas comarcas se habían organizado partidas de
bandoleros que salían al camino a despojar a los transeúntes o
asaltaban los cortijos de labradores acomodados.
Sólo
aquella faja costera del Cabo a la Mesa, donde imperaba la
influencia de D. Antonio, se veía libre de miseria. Allí tenían
todos dinero abundante para comprar harina, semillas, aceite y
patatas y proveer a sus necesidades".
********************************************
Más a fondo en:
-
(1) Andújar Castillo, F. Díaz López, J. López Andrés,
J.M. "Almería moderna. Siglos XVI-XVIII. IEA. 1994. Pg. 94
- De Burgos, Carmen. "La flor de la playa y otras novelas cortas". Ed. Castalia. 1989.
- Gil Albarracín, A. "La batería de San Felipe de los Escullos". GBG. Almería, 1994.
- (2) Provenzal, D. Molina, P. "Cortijeros y areneros. IEA. 1990.
-
Tapia, J.A. Historia general de Almería y su provincia. (Tomo
IX: Almería Morisca). Ed. Caja de Ahorros de Almería. 1990.
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