El dominio del dinero y del consumismo |
Mucho se ha hablado en los últimos años del desarrollo sostenible. Tanto que se está convirtiendo en una palabra quemada: socialmente correcta, políticamente imprescindible y prácticamente inservible. En un foro propiciado por una conocida entidad financiera almeriense, en el que participé hace unos meses, un afamado arquitecto sostenía lo siguiente: “los campos de golf son la quintaesencia del desarrollo sostenible; porque lo tienen todo: naturaleza, construcciones, deporte... y hasta los pájaros son más felices”. Un empresario, muy vitoreado por la mayoría de los asistentes, apostillaba que: “el único futuro viable para nuestra provincia es tirar los hoteles de la costa y construir urbanizaciones de turismo residencial para los europeos del norte; porque Almería es una provincia vacía...”
Fiestas extrañas a nuestra cultura fruto del dominio mediático. |
Claro,
esto del desarrollo sostenible tiene tantas visiones como intereses. Y las
anteriores opiniones, por muy disparatadas que nos parezcan, se siguen
propiciando y publicitando por muchos
poderes privados y públicos.
Desde
la visión de conservación del medio natural está claro que el único desarrollo
que nos podemos permitir es aquel que la
propia naturaleza pueda soportar sin alterar sus valores esenciales y ciclos vitales de flora,
fauna, paisaje, clima... Desde el punto de vista socio-económico es aquel que
garantiza un desarrollo sostenido sin agotar los recursos que lo generan. Pero
el motivo de la presente reflexión se centra en una visión menos debatida, más
sutil e incluso, para muchos, de menor importancia: el desarrollo
culturalmente sostenible.
La
provincia de Almería, como cualquier espacio, y especialmente nuestro
mediterráneo, ha sido históricamente tierra de paso. Se ha enriquecido de cien
culturas. Ha sido tierra acogedora por
excelencia. Nuestras cortijadas, aldeas, pueblos... han necesitado cientos,
miles de años para conformar su población y el rico entramado de costumbres,
tradiciones, gastronomía, fiestas... cultura en definitiva. Somos el fruto de
lo que las generaciones de nuestros
antepasados han creado con una lucha sin tregua para adaptarse a la naturaleza
y adaptar a ésta a las necesidades del hombre. Y lo más importante, humanizando
esta lucha con tantas y tantas tradiciones que nos hacen distintos, especiales,
únicos: gastronomía (migas, pimentones, gachas, cuajaderas, pelotas...), bailes
(verdiales, de ánimas, parrandas,…), carnavales (peloteros, mascaritas de “curú
curú”...), tradiciones de cosecha y matanza (los tiestos, las panochas
“colorás”, los ramos...), la riqueza de nuestro
patrimonio arquitectónico tradicional (arquitectura nijareña,
alpujarreña, levantina...), romerías, cuadrillas, fiestas populares,
expresiones del lenguaje, afabilidad... la esencia de lo que somos.
Costumbres y tradiciones que se ha gestado en siglos de vida en común. |
Toda
esa gran cultura almeriense ha sufrido un gran retroceso en los últimos años.
Aunque es necesario destacar a entidades públicas y privadas que han realizado
un loable esfuerzo de recuperación y mantenimiento. Pero… ¿dónde irán todas
ellas, si al lado de cada aldea, de cada cortijada, de cada pueblecito se
construye una superurbanización de quinientos, tres mil, veinte mil personas
traídas de lejanas y desconocidas sociedades?,
y… ¿cuántos años tardarán nuestras tradiciones, costumbres, maneras de
vivir, en ser engullidas por Santa Claus, Halloweens, fat food y eructos de
cerveza negra?
Y
todo para mayor gloria de “cuatro gachos trajeaos y tres politiquillos
aficionaos”, que juegan a medir el
futuro y la felicidad del pueblo en tantos por ciento del PIB, que nos quieren
hacer creer que si no se construyen cientos de miles de adosados al año no
tenemos porvenir, que el “turismo residencial” es turismo y es residencial. Y
toda la sarta de necedades interesadas que nos vemos obligados a tragar todos
los días.
Conservar el Patrimonio historico |
Estoy
muy orgulloso de sentirme argárico, fenicio, romano, godo, árabe, caballero
andante, hijo de emigrante, un poco bohemio y mucho soñador... y no reniego de
ser algún día europeo, pero sobre todo ciudadano del mundo. Pero por favor
piano, sin prisas, “poquico” a poco. Que lo soporte nuestra naturaleza, lo asimile nuestra mente
y que nuestros hijos sepan quiénes son, de dónde vienen sus raíces y lo más
importante: que luchen por un futuro mejor, más solidario y humano, como sus
padres les enseñaron.
* Decicado a Overa Viva que tanto lucha por las costumbres y tradiciones.
* Decicado a Overa Viva que tanto lucha por las costumbres y tradiciones.
Recuperar y Conservar nuestra historia, nuestra cultura... es impresdindible para mejorar el presente y abrir puertas al futuro...
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