lunes, 31 de marzo de 2014

Desarrollo culturalmente sostenible... O el eructo de Homer Simpson. Por Juan Pardo Valera. Director de la revista Paraíso Natural


       
El dominio del dinero y del consumismo

 Mucho se ha hablado en los últimos años del desarrollo sostenible. Tanto  que se está convirtiendo en una palabra quemada: socialmente correcta, políticamente imprescindible y prácticamente inservible. En un foro propiciado por una conocida entidad financiera almeriense,  en el que participé hace unos meses,  un afamado arquitecto sostenía lo siguiente: “los campos de golf  son la quintaesencia del desarrollo sostenible; porque lo tienen todo: naturaleza, construcciones, deporte... y hasta los pájaros son más felices”. Un empresario, muy vitoreado por la mayoría de los asistentes, apostillaba que: “el único futuro viable para nuestra provincia es tirar los hoteles de la costa y construir urbanizaciones de turismo residencial para los europeos del norte; porque Almería es una provincia vacía...”
Fiestas extrañas a nuestra cultura fruto del dominio mediático.

Claro, esto del desarrollo sostenible tiene tantas visiones como intereses. Y las anteriores opiniones, por muy disparatadas que nos parezcan, se siguen propiciando  y publicitando por muchos poderes privados y públicos.

Desde la visión de conservación del medio natural está claro que el único desarrollo que nos podemos permitir  es aquel que la propia naturaleza pueda soportar sin alterar sus  valores esenciales y ciclos vitales de flora, fauna, paisaje, clima... Desde el punto de vista socio-económico es aquel que garantiza un desarrollo sostenido sin agotar los recursos que lo generan. Pero el motivo de la presente reflexión se centra en una visión menos debatida, más sutil e incluso, para muchos, de menor importancia: el desarrollo culturalmente sostenible. 
Costumbres y tradiciones que se ha gestado en siglos de vida en común.
 La provincia de Almería, como cualquier espacio, y especialmente nuestro mediterráneo, ha sido históricamente tierra de paso. Se ha enriquecido de cien culturas. Ha sido  tierra acogedora por excelencia. Nuestras cortijadas, aldeas, pueblos... han necesitado cientos, miles de años para conformar su población y el rico entramado de costumbres, tradiciones, gastronomía, fiestas... cultura en definitiva. Somos el fruto de lo que las generaciones  de nuestros antepasados han creado con una lucha sin tregua para adaptarse a la naturaleza y adaptar a ésta a las necesidades del hombre. Y lo más importante, humanizando esta lucha con tantas y tantas tradiciones que nos hacen distintos, especiales, únicos: gastronomía (migas, pimentones, gachas, cuajaderas, pelotas...), bailes (verdiales, de ánimas, parrandas,…), carnavales (peloteros, mascaritas de “curú curú”...), tradiciones de cosecha y matanza (los tiestos, las panochas “colorás”, los ramos...), la riqueza de nuestro  patrimonio arquitectónico tradicional (arquitectura nijareña, alpujarreña, levantina...), romerías, cuadrillas, fiestas populares, expresiones del lenguaje, afabilidad... la esencia de lo que somos.
Tradiciones curinarias de siglos relagadas al olvidos por la presión publicitaria

Toda esa gran cultura almeriense ha sufrido un gran retroceso en los últimos años. Aunque es necesario destacar a entidades públicas y privadas que han realizado un loable esfuerzo de recuperación y mantenimiento. Pero… ¿dónde irán todas ellas, si al lado de cada aldea, de cada cortijada, de cada pueblecito se construye una superurbanización de quinientos, tres mil, veinte mil personas traídas de lejanas y desconocidas sociedades?,  y… ¿cuántos años tardarán nuestras tradiciones, costumbres, maneras de vivir, en ser engullidas por Santa Claus, Halloweens, fat food y eructos de cerveza negra?

Y todo para mayor gloria de “cuatro gachos trajeaos y tres politiquillos aficionaos”,  que juegan a medir el futuro y la felicidad del pueblo en tantos por ciento del PIB, que nos quieren hacer creer que si no se construyen cientos de miles de adosados al año no tenemos porvenir, que el “turismo residencial” es turismo y es residencial. Y toda la sarta de necedades interesadas que nos vemos obligados a tragar todos los días.
Conservar el Patrimonio historico

Estoy muy orgulloso de sentirme argárico, fenicio, romano, godo, árabe, caballero andante, hijo de emigrante, un poco bohemio y mucho soñador... y no reniego de ser algún día europeo, pero sobre todo ciudadano del mundo. Pero por favor piano, sin prisas, “poquico” a poco. Que lo soporte  nuestra naturaleza, lo asimile nuestra mente y que nuestros hijos sepan quiénes son, de dónde vienen sus raíces y lo más importante: que luchen por un futuro mejor, más solidario y humano, como sus padres les enseñaron.

* Decicado a Overa Viva que tanto lucha por las costumbres y tradiciones.

1 comentario:

  1. Recuperar y Conservar nuestra historia, nuestra cultura... es impresdindible para mejorar el presente y abrir puertas al futuro...

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